UN DIA DE ESOS

Otro maldito lunes en esta horrible ciudad, otra vez apaciguando el llanto en el silencio de mi abstracta alma.

En la calle de la sinrazón, los cuerpos aun simbióticos caminan tambaleantes por la acera de la maldad. Miro aquel cuerpo celeste que cubre el cielo, es tan grande y calido, lleno de esa luz que ilumina mi vida.

Trato de trepar y escabullirme por los jirones del destino, pero este me atrapa y no me deja. Entre tanta gente que aun duerme busco salir de la rutina asesina de recuerdos, así que un autobús sirve. Pero aquí también se siente el tedio, entre estos zombis que ya dejaron sus nichos putrefactos.

Cinco minutos para otro mundo, cinco minutos para estrellarme en el planeta psicodélico de las mentes huecas.

Desciendo y cada milimetrado paso que doy pasa al olvido, y paso a esos improvisados salones de estudio.

Aquí el aire frío no es novedad, unos cuantos cerebros despreocupados descansan sobre un unipersonal.

Siete horas mas sentado en un libro de tesis, siete horas para despegar y regresar al lugar de donde salieron estas líneas.

Dos horas y media por cada lección, tan solo una para largarme de aquí.

Me arrastro por lugares poco conocidos abriendo caminos infestados de maldad, envuelto en un aura de calor abrazante.

Y la gente no se detiene por nada, son tan ajenos a los demás, esconden penas para no llorar.

Un semáforo cambia en verde y es hora de avanzar, a mi lado un hombre gordo que no para de sudar y al frente mas personas que no me dejan de mirar.

Llego a un parque algo cansado por la caminata y me siento a descansar, entre la sombra de un árbol me distraigo con las palomas que se ven pasar. En el aire se percibe un agradable olor a eucalipto que se combina con el nefasto hedor de los caballos, el aroma nauceabundo0 me aleja del lugar, marco mis pasos en aquel camino singular.

Y cada vez me alejo de un todo, y cada vez mi cuerpo aun sin mutar va dejando de lado la realidad.